Relato de una noche de mierda
San Juan. Una de las noches en las que "supuestamente" uno desfasa mil, lo pasa en grande aunque al día siguiente no recuerde lo que hizo y debe salir aunque no tenga ganas, como los capullos.
La mayoría de estas noches, sea San Juan, fin de año, o San Cristo Bendito, me aburro sobremanera y maldigo el momento en el que me han convencido para salir.
Si vas en metro te arriesgas a morir de asfixia previo complejo de sardina enlatada, si cojes la moto a tener que ir solo a los sitios y a esperar a los demás a la salida del metro durante horas, y si pillas el coche a no encontrar donde aparcar, dejarte la pasta en un parking, o a que el típico que no sabe beber te acabe potando en el asiento de detrás.
Pase lo que pase, la conclusión es siempre la misma: no vuelvo a salir un día de estos. Conclusión que, debido al masoquismo humano, no tenemos nunca en cuenta al año siguiente. Es como cuando te hinchas a comer mierdas y te pilla el amarillo: te prometes que en la vida volverás a mezclar mierdas varias en tu estómago, pero llega el día en el que las ganas te pueden y hacen que olvides lo mal que lo pasaste aquella vez que osaste a meter en tu estómago tal mierda.
Me gusta el té rojo con vainilla.
Mi noche -pongámonos emoblogers a lo Dear Diary...- tampoco ha estado mal... Aunque ha sido una mierda. ¿Antítesis? Puede.
Desde la típica amiga que siempre dice "Esta noche sí que salgo" pero que al final nunca puede porque "tiene mareos" o "me duelen las puntas del pelo", a la típica pateada de turno de la montaña hasta la playa para encontrarte con los colegas que una vez acabas de llegar te dicen todo felices que "el plan es ir a la montaña". Te cagas en todo lo que se menea y vuelves al sitio del que hace media hora habías partido.
La mayoría de estas noches, sea San Juan, fin de año, o San Cristo Bendito, me aburro sobremanera y maldigo el momento en el que me han convencido para salir.
Si vas en metro te arriesgas a morir de asfixia previo complejo de sardina enlatada, si cojes la moto a tener que ir solo a los sitios y a esperar a los demás a la salida del metro durante horas, y si pillas el coche a no encontrar donde aparcar, dejarte la pasta en un parking, o a que el típico que no sabe beber te acabe potando en el asiento de detrás.
Pase lo que pase, la conclusión es siempre la misma: no vuelvo a salir un día de estos. Conclusión que, debido al masoquismo humano, no tenemos nunca en cuenta al año siguiente. Es como cuando te hinchas a comer mierdas y te pilla el amarillo: te prometes que en la vida volverás a mezclar mierdas varias en tu estómago, pero llega el día en el que las ganas te pueden y hacen que olvides lo mal que lo pasaste aquella vez que osaste a meter en tu estómago tal mierda.
Me gusta el té rojo con vainilla.
Mi noche -pongámonos emoblogers a lo Dear Diary...- tampoco ha estado mal... Aunque ha sido una mierda. ¿Antítesis? Puede.
Desde la típica amiga que siempre dice "Esta noche sí que salgo" pero que al final nunca puede porque "tiene mareos" o "me duelen las puntas del pelo", a la típica pateada de turno de la montaña hasta la playa para encontrarte con los colegas que una vez acabas de llegar te dicen todo felices que "el plan es ir a la montaña". Te cagas en todo lo que se menea y vuelves al sitio del que hace media hora habías partido.
Cuando te rallas siempre acabas llamando a ésos que te han comentado que también estarían por allí y que te pillan el móvil todo demacrados y te cuesta siete llamadas -incluído el agradable mensaje anunciando la muerte de tu saldo- para quedar en un punto exacto como, por ejemplo, la salida de una parada de metro. Segundos después de colgar -cuando ya no tienes saldo- recuerdas que justamente esa parada tiene cuatro salidas distintas y, como no, nunca hay suerte ni telepatía para que todos escojan la misma.
Una vez os encontráis no sabéis que coño hacer ya que realmente lo que queréis es iros a casa. En este punto es cuando el típico primo salta y dice "Vamos a alguna rave tios" y yo le miro con una gran gota al lado de mi cabeza y me pregunto hasta dónde ha llegado la raza humana.
Así que pillo mi casco y como no tengo otro -lo he hecho a posta- me piro haciendo ver que me sabe mal no poder llevar a nadie a su casa, y me encuentro en el semáforo de la calle Aribau con Diagonal con dos pijos con su scoopy sh100 y Arai con pegatinas radikales (con "K") de la general surfera intentando ligar conmigo e invitándome a "Seguir la fiestuki en su casa copeando" porque les ha molado mi tatuaje del pie y la chaqueta de moderna que uso para no tener frío.
A todo esto, no he gastado un duro. Sólo llevo en el cuerpo dos coca colas sin azúcar y una manzana ácida que comí de camino a la playa. Manda cojones que curiosamente hoy no tuviera ganas ni de beber una cerveza negra de ésas que tanto me gustan -y bebo cada día-.
Ya sale el sol.
Feliz resaca fiesteros.
Audio: Mama Ladilla - Me gusta ser una zorra