23 noviembre 2009

102.

Llegué a casa de Alma a la hora de cenar. Saludé a sus compañeras, me saqué los zapatos. Me iba a sentar en el sofá cuando sonó el timbre.

Me levanté, dí media vuelta y caminé descalza por el pasillo directamente hacia la puerta. No había nadie. Una nota en el suelo lo explicaba todo: "Somos vuestros vecinos, venid al 3º 4ª a partir de las once. Fiestón".

No teníamos ningún plan, así que le pasé la nota a mi amiga y, sabiendo su respuesta, decidí ir a la cocina, cortar limas, saltar encima de una bolsa de hielos que sobró la semana pasada, y preparar un gran bol de ikea (3 litros) lleno de mojito.

Empecé a beber y cuando me dí cuenta eran casi las doce. Salimos directas al ascensor. Apreté el 3.

Un rellano con decoración navideña (wtf?). Timbre.

Unos ojos aparecieron detrás de la visilla dorada típica de los pisos del ensanche. Se abrió la puerta.

El amor graduado corría por mis venas cuando, mientras me presentaban a cada una de las personas, vi tu cara entre la multitud. No sé qué debía estar haciendo cuando sonó mi teléfono y salí al balcón para poder hablar con Olivier. Allí me encontré con Alma, que hablaba con nuestro amigo Londinense e intentaba explicarle cómo llegar a la fiesta.

"Vaya, una hablando en francés y la otra en inglés... Qué cosmopolitas!". El gracioso de turno (pensé). Me giré con mi cara de borde y te ví. Eras tú.

De repente, estábamos sentados en el suelo, riéndonos, comiéndonos la boca y tirando huevos por el balcón. No pensé en "él". Sólo por eso ya valió la pena.

Gracias.



1 comentarios:

dEsoRdeN dijo...

Buen finde, pues, no?

;)

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